UNA ESPERANZA DE VIDA PARA LOS DESAMPARADOS
"La
mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis, sino mas bien el
sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la
falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive
al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y
enfermedad."
(Madre Teresa)
Las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa
de Calcuta, es un pequeño ejército de hermanas, hermanos, sacerdotes y
voluntarios con una gran dedicación y predisposición de ayudar a los más
necesitados embargándolos en su congregación.
En las inmediaciones de ella se ubica el mercado
La Parada, pero eso no es obstáculo para que muchos jóvenes, señores y ancianos
realicen sus voluntariados influenciados por las ganas de ayudar siendo su
única retribución la paz interior que sienten, el cual los empuja a seguir
colaborando.
Es su hogar para los niños y ancianos más
necesitados, en realidad, fueron abandonados por sus familiares por la
enfermedad o discapacidad que padecen o porque ya no puede valerse por sí
mismo. La gran parte de ellos fueron dejados en hospitales u otros vivían en
las calles en situaciones denigrantes.
Esta congregación fue fundada en 1973 en Lima por
la madre Teresa de Calcuta, y otras en Chimbote y Puno. La primera congregación
fue fundada por la misma en 1950 en la India. Su labor social por parte de las
misioneras esta expandida por el mundo teniendo su sede en distintos países.
Son las 8:00 a.m y es libre el ingreso para todo
aquel que tenga un corazón bondadoso para cuidar a su prójimo.
Al tocar el timbre un anciano nos abre la puerta,
nos despojamos de nuestras pertenencias ya que no está permitido su ingreso.
La sección
de niños se encuentra en el segundo nivel y las de ancianos en el primer piso.
El lugar es amplio y cómodo. En el centro del pequeño jardín que decora el
ambiente se ubica la estatua de la madre Teresa acompañada de frases célebres
que nos inculcan y nos estremece.
Es muy temprano y todos se encuentran en sus
habitaciones excepto las hermanas que comienzan sus labores y los cocineros que
se encargan de alimentar a los niños y ancianos.
En el segundo nivel encuentro a una hermana que
amablemente me abre la puerta. Es un pasillo amplio con muchas habitaciones
alrededor y en cada una de ellas con tres o cuatro camas. Se encuentra
separado por dos secciones el de niños y niñas.
Viven niños de todas las edades con diferentes
enfermedades: síndromes de Down, autismo, retraso mental e incapacidad física.
Todos los días ellos reciben un tratamiento según su enfermedad y una
alimentación especializada.
Por su condición no establecen comunicación con las personas que los atienden, para ellos su comunicación son palabras que balbucean sin entendimiento. El labor de las voluntariados no solo implican en alimentarlos, jugar con ellos y conversarles sino también hacer labores cotidiano como lavar su ropa, vestirlos, asearlos; todo el trabajo de un padre que ellos necesitan. A pesar de su dificultad los niños sienten conexión con esas personas y demuestran afecto y agradecimiento a través de una sonrisa o un gesto ya que no pueden expresarlo con palabras. Es increíble verlos tan tiernos e indefensos y es inevitable sentir un cariño con ellos.
Marcela una ama de casa de 32 años que hace 5
años todos los fines de semana hace su voluntariado no explica la conexión y el
sentimiento que le trasmiten estos niños. “Es satisfactorio entregar tu cariño
y dedicación a estos pequeños seres que fueron privados por su condición. Ya
que muchos de ellos son abandonados por lo seres que le dieron la vida. ¡No
puedo concebir como eso es posible! Si son igual que cualquier niño, también
sienten se expresan a su manera hacia las personas que lo cuidan. He llegado a
quererlos como mis propios hijos porque convivir con ellos te llenan de ternura
y ablanda tu corazón”.
Este grupo de mujeres se ven tan entusiasmadas en
cuidarlos; se les nota en su sonrisa, su mirada, su dedicación y paciencia. Se respira un
ambiente de tranquilidad, paz y amor totalmente inexplicable.
Una hermana con convicción
En el sector de las niñas observo a la más
pequeña, Damaris de 5 años. Físicamente normal pero con retraso mental y
dificultades al hablar. Me quede tan entusiasmada al ver lo cariñosa que era y
lo hermosa que se veía alimentándose y me preguntaba: “¿Por
qué estas criaturas tiene que ser abandonadas, si merecen todo el derecho de
cualquier niño?”.
Una hermana
saludaba enérgicamente a Damaris y no pude evitar entablar una
conversación con ella. Sentía la curiosidad de saber un poco más de la historia
de estos angelitos y tal vez entender lo inexplicable de porque fueron
abandonados.
La hermana Carolina de 47 años me explica que
muchos de estos niños fueron abandonados en hospitales y que el juzgado después
de las investigaciones respectivas los traía a estos albergues porque sus
padres admitían que no podían hacerse cargo de ellos.
Me indignaba al escuchar la crueldad de esos
seres humanos, pero no podía criticarlos sin saber su condición de vida y el
motivo de su decisión.
Me contó una historia de uno de estos pequeños
con un aparente final feliz. Juan era uno de nuestros niños con retraso mental
pero con el tratamiento y los medicamentos fue mejorando su estado.
Incluso los pequeños que pueden asistir
a una escuela especial lo enviamos con el fin que puedan aprender y valerse por
sí mismo. Esto sucedió con Juan, aprendió a ser sus cosas independientemente y
fue así que conversamos con sus padres y aceptaron llevárselo de nuevo a casa.
No volvimos a saber de él.
Ella me cuenta que en su congregación se encarga
de ayudar a los más necesitados es parte de los votos que ellas prometen a su
esposo Jesús. El voto de la pobreza, la castidad, la obediencia y la caridad.
Mi vida se transformo cuando escogí a Jesús
La hermana Carolina lleva 27 años de profesa y es
de México, ciudad de Tampico. Viene de una familia de religiosos y a sus 20
años decidió encaminarse en la hermandad.
“No es un camino fácil primero
se le invita a la aspirante a convivir 15 días con nosotros, si ella aún decide
tomar ese camino son cuatro años más a los que se le instruye en las enseñanzas
para que logre ser profesa”.
En el primer año toman sus votos y luego se
renueva por año, finalmente se toma los votos perpetuos después de los cuatro
primeros años y así se convierta en profesa.
Durante ese periodo cada hermana radica en
distintos países según donde le asigne la superiora, ya que son varias las congregaciones
en todo el mundo.
Cuando eres profesa recién se te asigna un hábito
como utilizaba la Madre Teresa y en tu primer voto se te entrega un crucifijo
que siempre anda contigo porque representa el casamiento con Jesús.
"Lo que más me costó a tomar esta decisión fue
separarme de mi familia, ya que si no te encuentras en tu país de origen
solamente puedes ver a tu familia una vez en diez años y permanecer junto a
ellos por veintiún días. Tú puedes escribir a tus familiares por medios de
cartas es tu único medio de comunicación, no está permitido llamarlos. Solo
ellos pueden llamarte cuando lo desean. Es una regla que tenemos que respetar."
"En unos meses ya cumplo mis diez años sirviendo
en el Perú, es emocionante ver de nuevo a tu familia pero más feliz me siento
servir a Jesús porque eso es lo que conllevara mi alma a la eternidad y no hay
nada mejor que sentirte feliz con lo que haces así tengas que renunciar a tu
vida y entregársela".
Definitivamente la caridad no es un acto de compasión
sino de humildad y de servir a nuestro prójimo, no de llenar nuestros corazones
con egoísmo y buscar solamente nuestros placeres siendo avaros sin importar la
necesidad del más necesitado.
Si están en nuestras
manos ayudar debemos hacerlo de corazón y no por obligación. No hay nada más satisfactorio que ayudar sin recibir nada a cambio más que la bendición de
nuestro Señor. ¡Recuerda que tu ayuda puede cambiar la vida a un
ser humano!.
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