miércoles, 11 de junio de 2014

DOS JÒVENES, UN ARTE Y LA MISMA LIBERTAD

Lima, ciudad de inmigrantes peruanos y extranjeros. Entre sus calles, plazas, esquinas, cruces peatonales y mucho más hay anécdotas, recuerdos, historias y artistas que ven en esta gran selva de cemento una oportunidad de expresar su arte callejero.

Sin Luz ni magia
Lima está llena de todo. Viajo a diario para llegar a la universidad y durante ese trayecto mi carro se detiene en la Av.  Paseo de la República con Ricardo Palma (Miraflores con Surquillo).  Observo a través de mi ventana a diversos artistas callejeros, cada uno con una habilidad y destreza diferente, ya sea en malabares, ilusionismo, mimos, etc.
 Mi carro avanza y tomo la decisión de regresar al siguiente día, eso hice, pero los artistas callejeros no estaban ¿Qué había pasado con ellos? ¿A qué se debe que este lugar este sin sus artistas? Esta última pregunta  me la hice pensando en que cada vez que pasaba por allí se sentía una sensación distinta al ver la magia que compartían esos artistas usando su habilidad o don  de Dios. Aquel día el cruce peatonal se veía común y corriente. Sin Luz ni magia.

Arte en todas partes
No me daría por vencida, decidí volver otro día. Era un día jueves. Llegué a las 9:30 de la mañana. Bajé del carro y vi aquella calle. Esbocé una sonrisa, eran ellos, aquellos artistas que yo buscaba. Eran dos jóvenes malabaristas, tenían en el piso sus herramientas de trabajo como clavas, banderas y varias pelotitas de colores.
Me acerco a ellos, los saludo y después de cruzar unas cortas palabras les pido hacerles unas preguntas. Para mi suerte ellos aceptan, pero con la condición de no colocar sus apellidos. Yo acepté y de inmediato hablamos.
Luca, un joven de cabellos claros y un poco desordenados, ojos negros  y con una gran sonrisa en el rostro me responde sosteniendo con la mano cuatro clavas de colores.
“Soy un nómada, mi padre no me apoya, él quiere que sea ingeniero. Salí de casa y hago lo que me hace feliz. Si sale mi apellido vendrá a buscarme” –lo dice entre risas.
Luca nota que su compañero está jugando  en el cruce peatonal con dos banderitas una roja y la otra blanca. Él se da cuenta que observo la acción que hace su compañero y me dice “El artista callejero aprovecha cada minuto, segundo, yo asiento con la cabeza.  Y le pregunto desde hace cuánto vive en Perú “No mucho ¿una semana está bien? (Lo dice e tono gracioso) Soy de Argentina, he recorrido parte de Chile y ahora Perú. Quiero viajar por toda Latinoamérica  y también por el mundo y así llevar mi arte- dice Luca”.

Hay muchos lugares en Lima ¿Qué te motivó permanecer aquí?-le digo-“En sí, no sé, estoy aquí y me gusta” responde Luca. Pienso en lo que él dice. Ser artista callejero es sentirse cómodo  en cualquier parte. Sin embargo ¿será rentable ser malabarista? Luca, al escuchar esto  se queda pensando y luego dice “Creo que sí, claro si eres soltero. A diario me gano de 15 a 18 soles, eso si la calle y su gente es generosa. Mejor dicho si tengo un buen día”

Un buen día para Luca es la cantidad y la actitud de la gente hay público amable para todos y hay los que no quieren ser de todos”.
En este oficio los artistas callejeros, en especial los malabaristas se ven expuesto a la indiferencia de la gente, “Me cierran las ventanas, me miran mal”-dice Luca muy acongojado. Todos en esta vida tenemos un motivo por quien seguir viviendo, sin embargo, muchos artistas tienen un motivo y lo llevan dentro, no es un objeto ni una persona, son sus ganas de sentirse realizado haciendo los que le guste, libres y en las calles.
Viajas con él (le pregunto señalando con la mirada a aquel joven que se encontraba en el cruce). Él de inmediato pone distancia, y me dice- “Somos independientes, hoy me encuentro aquí con él, mañana  seguro con otro. Sólo compartimos anécdotas, historias y ya”.

Sin darnos cuenta aparece el otro joven y Luca le pregunta ¿cómo va?-él le responde –regular. Luca se disculpa y se dirige al cruce, era su turno y empieza a jugar. Veo deslizarse hacia arriba las clavas, la concentración cuando una clava cae en su mano y la otra gira en el cielo. Sin duda no era un talento, era un don callejero dado por Dios.
Miro al otro joven, se le ve un poco tímido. Su nombre es Claudio y es de Lima. Aquel joven de piel oscura, ojos pequeños y algo chinos, alquila un pequeño cuarto cerca a su lugar de trabajo. Es un joven de 27 años, trabaja como malabaristas desde los 17, es del Agustino y se mudó a Miraflores para demostrar su arte y crecer profesionalmente.
Claudio no tiene esposa ni hijos  y por el momento no piensa en eso “Con lo que gano como malabarista, no me alcanzaría para mantener un hijo, menos una familia” lo dice en un tono medio burlón. De inmediato me entra la curiosidad de saber dónde aprendió ese arte “En el barrio, varios de mis patas se dedican al malabarismo con clavas, diábolos, etc. Yo aprendí con las banderas” me dice.

Claudio comparte la misma ideología de Luca en lo que corresponde a las anécdotas “Lo mejor es compartir  lo vivido, llevamos  una gran mochila de experiencias y en algún lugar debemos descargar lo que tenemos dentro para cargar nuevas experiencias” me lo dice con emoción. ¿Por qué no aceptas que te tome una foto y que tu apellido salga en esta entrevista? ¿Así  son todos?-(ríe) “No todos son así, Me caes bien, mi nombre es Claudio Zoto, con z. Y bueno con respecto a las fotos, yo quiero que la gente me conozca en vivo y no mediante una foto que vean en las entrevistas de periódicos o en tu caso en un blog. Sólo quiero que me conozcan cuando se crucen conmigo” lo dice mirando sus  banderas

No todos los que se cruzan contigo apoyan tu arte ¿Estas consciente de eso?
-Están desinformados en este tema como  muchos, la gente sólo juzga, pero algún día cambiará. Claro, ser artista callejero es aceptar todo tipo de críticas. Nos miran mal hasta nos tildan de delincuentes. Como te digo algún día cambiará y el arte callejero será bien visto por todos en cualquier lugar de Perú y el mundo, habrá arte en todas partes. De un momento a otro aparece Luca y dice “Nosotros hacemos lo que nos gusta, como se dice en Perú, que se aguanten”

Me dirijo a ambos y les pregunto si el arte callejero es sinónimo de libertad
Los dos al mismo tiempo responden con un sí.
-“Me siento Libre, viajo y llevo mi arte, lo que sé hacer”-argumenta Luca.
-“No viajo tanto, pero estar aquí haciendo lo que me gusta me hace ser libre”- dice Claudio.
(Se ríen)

Parte de una anécdota
La entrevista termina. Era casi medio día. Me despido de ellos y me voy con una frase que hasta hoy ronda mi cabeza. “Hoy tú has sido parte de una anécdota  más de mi gran mochila, gracias”. Agradecí sus palabras  y lo único que se me ocurrió decirles fue “Para mi ustedes también  formarán parte de mis anécdotas periodísticas, gracias a ustedes”. 

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