domingo, 15 de junio de 2014

El Bien Esquivo

Tema complejo, pero interesante. De diversos significados y de hallazgo nulo. ¿Existe realmente? Hay de los dos: los que sí creen y los que no. Los positivistas, la anhelan. Los aburridos, la descartan. Los jóvenes, la creen aprehender. Los adultos, la requieres. Los payasos, la entregan. Los psicólogos, economistas y filósofos, la estudian. Y otros, la obvian y la rechazan. Sin saber, a ciencia cierta, qué es y cómo se obtiene.


La Real Academia Española define a la felicidad como el estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Pero para Reynaldo Alarcón, psicólogo y profesor de la Universidad Ricardo Palma, el dinero sirve para subsistir y también para obtener, de alguna manera, la felicidad.

Sin embargo, afirma que no es lo mas relevante para conseguirlo, porque se ha demostrado a través de estudios científicos que solo sirve para satisfacer las necesidades básicas. Cuando se obtienen más ingresos no significas que, también, se incrementa la felicidad.

“En la actualidad, las relaciones interpersonales es uno de los factores mas importantes en la búsqueda del bienestar y del fin supremo más anhelado, la felicidad”, concluye Alarcón.


Economia y Felicidad

Jurgen Schuldt, docente y economista de la Universidad Pacífico, ratifica lo dicho por Alarcón y manifiesta, en un artículo escrito en el semanario Hildebrandt en sus Trece, titulado “Cifra de Felicidad”, que la satisfacción subjetiva (felicidad) es calificada erróneamente por los economistas como una consecuencia, relevante, del incremento de la economía.

Explica que las cifras del incremento económico, de potencias como EE.UU. y Japón, después de la segunda guerra mundial, fueron acrecentándose. Sin embargo, esto no significó una elevación de la felicidad de las personas, la cual se estancó y no ascendió. “Del crecimiento del PBI no depende la satisfacción subjetiva”, afirma Schuldt.

En cambio, para otros la obtención de esta se da cuando las personas ríen, la manifestación mas identificable de la felicidad. “Para mí, el simple hecho de ver sonreír a las personas me hace feliz. Y estoy seguro que también lo son. Creo que nosotros los payasos contribuimos a hacer feliz a todos, sin excepción. Es, quizás, el trabajo más sacrificado”, cuenta Alfonso Rojas –payaso y animador de eventos.


Continúa: somos los menos remunerados, nos las buscamos con lo que podemos; sin embargo, nosotros, los payasos, quienes incentivamos y generamos felicidad (en una sociedad tan estresada y preocupada como la nuestra) no recibimos, en la mayoría de los casos, ni las gracias.





Felicidad: cuerpo y alma

El profesor Fernando Muñoz, filosofo y lingüista de la Universidad nacional Mayor de San Marco, cuenta: “En la Grecia Antigua, Epicuro fue uno de los primeros, al menos el mas perseverante, en hablar y sustentar una teoría de la felicidad, desde una perspectiva distinta a la de Aristipo de Cirene, fundador de la Escuela Cireinaca”.

Y agrega: “Epicuro decía que la felicidad como bien supremo se obtenía a través de las satisfacción de los placeres”. O sea, mientras mejor administración del placer, más rápido se logrará una vida feliz.

No obstante, Epicuro afirma que los impedimentos y la realización de los “apetitos” influyen en la consigna por la búsqueda de la felicidad. Muñoz, explica: “Existen tres tipos de apetitos: el primero, los naturales y necesarios: alimentación, vestimenta y seguridad; el segundo, naturales pero no necesarios: conversación amena y divertida o gratificación sexual; el último, no naturales ni necesarios: poder, fama, prestigio”.

Además, lo mas resultante de esta teoría es la separación del cuerpo y el alma, no contraponiéndolos. “Hay dos tipos de placeres, el del cuerpo y del alma. El primero plantea que la obtención de la felicidad es breve, fugaz y transitoria: comer, beber, gozo sexual, etc. Mientras que el alma, para satisfacerla se necesita una práctica constante y persistente de los valores. Esta última adquisición de la felicidad es mas duradera y prolongada”, dice Fernando Muñoz.

No importa cómo se intenta obtener la felicidad. Si no prácticas los valores, tanto éticos y morales, no podrás conseguirla de modo permanente. Pero si quieres una felicidad pasajera, continúa tu ritmo de vida. Lo que al final vale, es experimentarla.

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